El camino

El camino

Sería para mí un honor que me acompañaras a partir de hoy. Deseo recorrer contigo un camino a través del cual, paso a paso, pueda contarte mis descubrimientos. La rapidez con la que el mundo avanza y se transforma, nos sugiere que estemos preparados y dispuestos. Como resultado no solamente llegarás a escribir el guión y ser el protagonista de tu vida, sino a comprender la verdadera esencia de Barymont, como vehículo capaz de potenciar tu propia razón de ser.

                ¿Qué tal vives la locura de estos tiempos? ¿Has encontrado tu lugar?¿Cómo ves el futuro? ¿Estás esperando un cambio?¿Qué cambio?¿Quizás de la mano de algún político?

                ¡Afrontemos nuestra realidad y la de nuestro entorno con valentía! Es el primer paso, pero suficiente para iniciar un progreso real en tu propia vida, hacia ese futuro que desees.

                La primera pregunta debería ser “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”. No te sientas mal, pues no es culpa tuya ni mía, aunque a partir de ahora quizás sí debas asumir cierta responsabilidad añadida a la que estoy seguro que ya tienes.

                Durante siglos y siglos ningún avance del ser humano ha sido tan rápido como para poner en riesgo la estabilidad del individuo, en lo referente al modo de cómo utilizar los recursos para satisfacer las necesidades de su familia. Eran paradigmas construidos generación tras generación. Lo que el destino tenía preparado para el recién nacido era hacer lo mismo que sus padres y sus ancestros. Nacías con un arado y morías con el mismo. Lo heredaban tus hijos, tus nietos… Así numerosas generaciones. Era fácil adaptarse, pues te esperaba toda una vida haciendo lo mismo.

                Pero llegó la Revolución Industrial sembrando una semilla de cambio, aunque aún lo suficientemente lenta como para no llegar a “incomodar” y obligar a “cambiar” a los contemporáneos activos, sino a las generaciones futuras de éstos. Era una oportunidad de dejar el campo e ingresar en la fábrica, para cuyo objetivo la gente debía prepararse. Las puertas se abrían para quienes se esforzaban en aprender a leer y escribir, así como a sumar, restar, multiplicar y dividir.

                Quienes ya tenemos una edad, quizás sea tu caso, hemos contemplado y vivido un proceso que convulsionó nuestro status, nuestra seguridad. Empleos y negocios que eran “para toda la vida”  se perdían “para siempre”. La Revolución tecnológica comenzó su andadura arrebatando a toda una generación el “derecho” a vivir en su zona de comodidad. No se nos había preparado para entender, aceptar y adaptarnos a un cambio tan radical. Lo peor es que aún hoy la inmensa mayoría no ha sido capaz de hacerlo, por lo que siguen navegando sin rumbo hacia un futuro que no existe en sus mapas.

                Llamar progreso a esto es indignante. Al menos para mí lo es, pues lejos de tal logro el individuo ha sido desplazado del juego. Continuamos luchando por sobrevivir en este nuevo mundo, pero aún lo hacemos sin romper los paradigmas que nos atrapan y sujetan a un pasado que ya nunca volverá. En realidad estamos asistiendo a un proceso de ruptura total entre lo que somos y lo que hacemos, al no tener en cuenta que la gestión de estos cambios debe realizarse desde la única perspectiva que otorga la calidad de progreso: el ser humano como eje central. Es imprescindible tratar a las personas como seres inteligentes, capaces de entender, aceptar y trabajar para ese mundo. Es necesario cuidar y fomentar cultura, así como los valores que, como si de cemento se tratara, permiten unir a una sociedad rota por su olvido en la ecuación del progreso.

                El haber vivido en esos inicios de un cambio tan profundo, me ofreció la oportunidad de trabajar mis paradigmas desde circunstancias muy variables en el tiempo. Estuve en la cima y en el valle, subiendo y bajando hasta que comprendí que en mi propia esencia se encontraba la llave de mi futuro. También siento que somos parte de un todo y que el camino no debe recorrerse solo, sino acompañado por quienes, como tú, son parte de la misma naturaleza que nos hace humanos.

                De estos pilares nace Barymont. Si entonces entendía las razones que la dieron vida como empresa, hoy veo con mayor claridad aún su destino, como vehículo que llevará a quienes deseen y se esfuercen, hacia el futuro más esperanzador jamás imaginado. 

                Al tratarse de un puzle de muchas piezas iré entregándotelas poco a poco, artículo tras artículo, pero debes ser tú quien al final logre encajarlas todas. Después de todo tú eres el protagonista de tu vida, en la que mi papel puede que no sea más que un fugaz y eventual encuentro. Sea como sea, abre tu corazón y tu mente tanto como puedas para dejarte afectar mientras me acompañes.

                Te aseguro que es apasionante.

 

Emilio Montaraz Castañon

Presidente de BARYMONT & ASOCIADOS, S.A.

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