En muchas ocasiones todos hemos pasado por una época de estrecheces económicas. Necesitar dinero con urgencia y no saber a quién recurrir es una situación por la que nadie quiere pasar. Sabemos que lo mejor es planificar y gestionar nuestra economía para no vivir por encima de nuestras posibilidades y lograr la libertad financiera. Pero, a veces, los imprevistos ocurren y, por suerte, siempre hay una solución. Una de ellas puede ser acudir a un Monte de piedad.
En este artículo te contamos qué son los Montes de piedad, cuál es su historia, cómo funcionan y qué puedes hacer para no tener que quemar este cartucho. Recuerda: una buena planificación financiera te evitará tomar decisiones desesperadas. Por ejemplo, contar con un fondo de emergencia te puede ayudar cuando se presenta un imprevisto.
Un Monte de piedad es un tipo de institución que, en España, nació hace 300 años para hacer frente a los abusos que los usureros cometían en contra de las clases sociales más desfavorecidas. En la actualidad, mantienen su filosofía inicial y se posicionan como la alternativa más transparente en la lucha contra la exclusión financiera.
En otras palabras, son una solución para aquellos que requieren de un préstamo inmediato, a cambio de empeñar joyas elaboradas con piedras y metales preciosos. Para muchas personas, son una alternativa nada desdeñable de acceder a un crédito que se concede inmediatamente y no aplica condiciones financieras abusivas.
Estas instituciones son originarias de Italia y España. En la península italiana surgieron en el año 1462 de la mano de los padres franciscanos de Perugia. En España, tuvieron su réplica en las llamadas Arcas de Limosnas, que surgieron en el año 1431. Estas arcas concedían préstamos prendarios en especie, sin interés, y con un plazo que no superaba el año. Además, existía la posibilidad de vender las prendas si era inviable rescatar el préstamo.
Tras las Arcas de Limosnas, llegaron las Arcas de Misericordia o Alhoíes, aunque estas instituciones se dedicaban a aprovisionarse de grano en años de bonanza par garantizar el consumo de pan en los años de escasez, y también a los préstamos en especies.
El primer Monte de Piedad, en el sentido estricto, nació en Madrid en el año 1702, cuando el sacerdote aragonés Francisco Piquer depositó en una cajita un simbólico real de plata. Este debía ser el fundamento de un Monte de piedad que, a partir de entonces, pasó a tener un doble objetivo:
En la medida en que las condiciones económicas y sociales de la población cambiaron, en los propios Montes de piedad nacieron las cajas de ahorro. Estas nuevas entidades surgieron con el objetivo de fomentar el ahorro entre las clases más humildes.
Este concepto de caja de ahorros aparece en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII. Su funcionamiento se alinea con el pensamiento de Jeremy Bentham, que consideraba a las cajas como un instrumento para la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera. El objetivo es remunerar el ahorro para lograr un nivel de seguridad económica superior.
El planteamiento piadoso de los Montes de piedad era rechazado por los protestantes y, ese rechazo, propició la aparición de las Cajas de ahorros. Las primeras se fundaron en Alemania durante la segunda mitad del siglo XVIII. Poco a poco, empezarían a reemplazar los Montes de piedad.
El planteamiento es sencillo:
Los préstamos prendarios que ofrecen los Montes de piedad están muy lejos del carácter de beneficencia que tenían antaño, y de las casas de empeño y los negocios del tipo «compro oro», que tienen un carácter comercial mucho más marcado.
Estos préstamos requieren de un objeto de valor que actúe como garantía y se deje en la institución como prenda. Dicho objeto se guarda y se puede recuperar después de cancelar el total del préstamo y sus intereses. Estos préstamos podrían equipararse a los microcréditos; en España el importe medio es de 600 euros.
Los negocios de tipo «compro oro» y las casas de empeño se diferencian de los Montes de Piedad en su estructura y funcionamiento. De cara al cliente, la mayor diferencia es que con el Monte de piedad la prenda tiene más probabilidades de ser recuperada. En el caso de las empresas «compro oro», la joya se vende, no se empeña; por otro lado, las condiciones de las casas de empeño son más estrictas que en caso del Monte de piedad.
Cualquier persona que piense en un Monte de piedad, como solución para afrontar un contratiempo, encontrará muy pocos inconvenientes a esta figura. Sin embargo, es importante remarcar la posibilidad de que la joya se subaste y no se pueda recuperar.
Son objetos con gran valor sentimental que podrían quedar fuera del patrimonio económico, pero también vital, de cualquier persona. Por este motivo, no podemos recomendar esta figura sin que quede bien claro este inconveniente.
Después de explorar el funcionamiento de los Montes de piedad, sus pros y sus contras, podemos concluir que en momentos extremos pueden resultar de gran ayuda. Gracias a ellos puedes hacer frente a un momento de apuro. Además, las comisiones de los préstamos de este tipo de instituciones son reducidas, por lo que resultan una interesante alternativa.
Sin embargo, te recomendamos que planifiques tu economía con detalle y con la ayuda de un experto para que no tengas que recurrir a este tipo de soluciones. Antes de cambiar tus enseres personales por dinero, plantéate la necesidad de analizar tu economía. Un análisis de tus necesidades financieras puede arrojar luz sobre el mejor plan financiero para que disfrutes de una economía sólida, en el corto y largo plazo, capaz de afrontar tus necesidades y las de tu familia. Un préstamo de este tipo debe ser la última opción.
Queremos explicarte el caso de Luis Pita...
Mi nombre es Luis y mi libertad financiera es de 14 años. Es decir, si mañana dejase mi empleo, podría mantener el mismo nivel de vida sin trabajar hasta 2038.
Soy autor del best seller “Ten peor coche que tu vecino” y me has visto enseñando ahorro y finanzas personales en TVE, Telecinco, Cuatro, La 2, Telemadrid y las principales radios.
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