En los últimos años se han popularizado conceptos como sostenibilidad, economía colaborativa y consumo inteligente. Lo que tienen en común todos ellos es que buscan un mejor aprovechamiento de los recursos que tenemos. Que huyamos del consumismo exacerbado que parece haberse impuesto y seamos más conscientes a la hora de adquirir productos. Esto, que es bueno para el medio ambiente porque reduce el número de residuos que desechamos, también es muy bueno para nuestra economía familiar. Vamos a verlo.
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¿Qué es el consumo inteligente?
Aunque no sepas nada de marketing, seguro que te has dado cuenta de que las campañas publicitarias buscan lo que se conoce como compra por impulso. Que veas algo, te guste, y te lances a comprarlo sin meditarlo un solo segundo.
Pues bien, el consumo inteligente es justo lo contrario. Se trata de pensar muy bien qué es lo que vamos a comprar, huyendo de esas compras por impulso.
Características que definen al consumidor inteligente
- Busca formas de ahorrar en los productos y servicios de consumo habitual (luz, agua, etc.)
- Antes de tomar una decisión de compra medita sobre ella.
- Prima la calidad sobre la cantidad, porque sabe que un producto de calidad le va a durar más tiempo, con lo que a la larga conseguirá ahorrar.
- Compra solo aquello que considera realmente necesario.
- Compara precios.
- Cuida sus cosas y no las desecha a las primeras de cambio.
- Busca una nueva vida para los objetivos viejos: venta de segunda mano, reciclaje, donación, etc.
Ventajas del consumo inteligente
La ventaja a nivel particular está muy clara: ahorramos. No solo porque comparamos precios y buscamos la mejor oferta, también porque evitamos gastar dinero en bienes que realmente no necesitamos.
No solo ahorramos dinero, también espacio en casa. Porque muchas de las compras no inteligentes, esas que hacemos por impulso y llevados por la emoción del momento, acaban dando lugar a que acumulemos cosas que no necesitamos.
Todos hemos cedido en alguna ocasión a una compra por capricho y hemos acabado con un armario lleno de ropa que no nos ponemos o con las estanterías llenas de libros que no tenemos tiempo para leer a corto plazo.
Pero cuando decidimos apostar por el consumo inteligente también estamos cuidando el medio ambiente al reducir el volumen de residuos que generamos. Por ejemplo, si aguantamos nuestro teléfono móvil hasta que de verdad necesite ser repuesto por uno nuevo, generamos muchos menos residuos electrónicos que si lo renovamos año a año. Pepe Promedio ya está aplicando este sistema y, gracias a él, en los últimos cinco años ha gastado unos 1.000 euros menos en tecnología de lo que era habitual y además ha contribuido a cuidar el entorno.
Un consumo más inteligente es una auténtica necesidad
Esta forma de consumir no es algo propio únicamente de aquellos que están más concienciados sobre el cuidado del medio ambiente. Es un tema que se está fomentando desde la Unión Europea y que nos afecta a todos.
Los ciudadanos de la Unión Europea representamos tan solo un 10% de la población del planeta, pero anualmente consumimos el 50% de la producción de carne a nivel mundial. Lo que es peor, una buena parte de esos alimentos acaban en la basura, porque desechamos una gran cantidad de comida debido a nuestros malos hábitos de compra. Además, no solo ocurre con la carne, los europeos también consumimos un 15% de la energía que se produce a nivel mundial y un 25% del papel.
De cara al futuro, uno de los objetivos que persigue la Comisión Europea es frenar la huella ecológica que los europeos estamos dejando. Para conseguirlo habrá que adoptar medidas en diferentes ámbitos, siendo uno de ellos el consumo.
¿Cómo ser un consumidor inteligente?
Para avanzar hacia un consumo inteligente debemos hacer:
- Consumo consciente: ser conocedores de los derechos y obligaciones que tenemos y asumir las consecuencias que se derivan de nuestro modelo de consumo.
- Consumo informado: saber bien qué vamos a comprar, comparando no solo el precio sino también otros factores como la huella de carbono de los diferentes fabricantes de un mismo tipo de producto.
- Consumo crítico: ir más allá de lo que nos muestra la publicidad y ser capaces de ver que ciertos valores asociados a determinados productos no son reales. Por ejemplo, que un determinado coche no nos va a dar más estatus social.
- Consumo saludable: eligiendo productos que puedan contribuir a un estilo de vida más sano.
- Consumo sustentable: buscando reducir los efectos sobre el medio ambiente a través de medidas como el reciclaje.
- Consumo solidario: eligiendo proveedores que son socialmente responsables, el comercio local sobre las grandes superficies, etc.
- Consumo activo: implica defender los derechos propios del consumidor y exigir respeto a los mismos, así como la calidad que corresponde a cada producto.
Si entras en una dinámica de consumo inteligente notarás que ahorras casi sin darte cuenta al eliminar de tu vida esas compras superfluas que no servían para nada. Con ese dinero de más, puedes empezar a trabajar en tu libertad financiera con ayuda de un experto.
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